Ha sido una sorpresa. El primer número de la revista Well, Well, Well, creada por lesbianas para lesbianas, se ha agotado en Francia. Esta sofisticada publicación ha arrasado con un precio de 15 euros, y al contrario de lo esperado, su público no ha quedado restringido a mujeres homosexuales: la han comprado gays, también mujeres hetero. ¿Qué factores explican que esta nueva publicación haya volado, literalmente, de quioscos y librerías? No sólo una imagen cuidada y un creciente interés por otras formas de feminidad y de nuevas estéticas. Estamos en un momento en el que, por diversos motivos, la minoría lésbica puede estar conquistando a la mayoría por vías lejanas al activismo clásico, y que tienen más que ver con la moda y los medios de comunicación. Well Well Well es un mook (mitad revista, mitad libro), y en este primer número lleva en portada a la cineasta Céline Sciamma, directora de Tomboy. En su interior se despliegan contenidos como un reportaje sobre chicas futbolistas o un perfil de la artista y activista Audre Lorde. No hay ni rastro de publicidad de cosméticos o ropa. Según escribe su propia directora, Marie Kirschen, la publicación ha surgido debido a la ínfima representación de las lesbianas en debates que les atañen directamente, como el que está teniendo lugar en Francia sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo: “La existencia de una revista por y para mujeres que aman a las mujeres parecía in-dis-pen-sa-ble. […]
A menudo la prensa gay nos pasa por alto, estamos casi ausentes en los grandes medios”. Las lesbianas están hartas de que, incluso en contextos donde prima la libertad individual, sexual y de género, los hombres sigan siendo más visibles que ellas. Lo que quizá nadie esperaba es que este gesto de afirmación, de presencia, iba a ser tan estiloso. Blogueras + sastres El lesbianismo vive un momento dulce en la industria del entretenimiento. Antes de la famosísima Orange Is The New Black estuvo la serie The L Word, que emitió sus capítulos desde 2004 a 2009 en el canal Showtime. Películas como La Vida de Adèle, la misma Tomboy o la nueva de Sciamma Bande de Filles, son sólo algunos ejemplos de lo mucho y bien que la diversidad de género en mujeres está dando de sí últimamente. La moda es la otra gran cancha. Si bien las mujeres interesadas en las líneas y simplicidad de las prendas masculinas se remontan al siglo XIX con la escritora Colette, al sport de Coco Chanel o las divas Marlene Dietrich y Diane Keaton, los armarios de las nuevas generaciones están plagados de camisas XL, estampados de cuadros y chaquetas de traje. Grandes marcas como Zara llevan tiempo explotando esta tendencia. American Apparel, por ejemplo, tiene una línea unisex. Pero parece que hay que hilar más fino.
Revistas de prestigio como la británica Gentlewoman, que no está dirigida específicamente a las lesbianas, juega constantemente a romper barreras de género en la moda. En sus portadas siempre hay una famosa vestida o posando como lo haría un hombre. Por otro lado, la estética Tomboy o garçonne busca vestirse de chico pero sin parecerlo. Referentes como Tilda Swinton, Alexa Chung, Ali McGraw o Charlotte Gainsbourg serían, desde la perspectiva de la moda, chicazos. Pero son al mismo tiempo sofisticadas, interesantes, dinámicas. Así las ve la periodista Lizzie Garrett, que a través de su blog Tomboy Style (y su libro con el mismo título que publicó en 2012) codificó esta tendencia cada vez más perceptible en la calle. Más que la ropa, Garrett cree que las prendas tradicionalmente masculinas se relacionan con una actitud más independiente ante la vida: “La mujer moderna quiere ropa funcional que le permita libertad de movimientos pero que a la vez le haga sentirse femenina”, dijo a SModa. Otros de los blogs más famosos son Qwear, premiado como el más influyente de Boston y The Hadsome Butch. La autora de este último, Rachel Tutera, quiso crear un punto de encuentro para personas que se identifican con el género masculino y, sin embargo, no se sienten cómodas navegando en el universo menswear. De nuevo, se reivindicó la especificidad femenina y ganó. Tutera se alió con el sastre Daniel Friedman para confeccionar trajes adaptados al cuerpo de una mujer: "No me canso de repetirlo: vestirme con un traje que se ajustaba a mis medidas cambió mi relación con mi propio cuerpo; el día que me lo probé sentí que me reencontraba conmigo misma", señalaba en SModa.
Otro caso es el de la comunidad y tienda online Wildfang, que significa "chicazo" en alemán. Irrumpió el año pasado con la promesa de crear una línea de ropa que satisficiera a todas las mujeres que deambulan por las secciones de hombre y se preguntan por qué ellas no pueden tener ropa similar. Emma Mcilroy y Julia Parsley dejaron sus trabajos para centrarse en lo que, con buen ojo, también interpretaron como la necesidad de mujeres no necesariamente homosexuales. Como ellas, una constelación de marcas de moda han surgido con similares intenciones, como CharlieBoy o Adrogynous Fashion. Avances y frivolidad La industria de la moda tiene idilios intermitentes con la androginia, pero no tolera el lesbianismo como hace con la figura del hombre homosexual. De hecho, las tendencias que han explotado la masculinidad estética para mujeres lo han hecho para resaltar su sensualidad y a través de discurso hiperfeminizador. En 1966, el diseñador Yves Saint Laurent creó el smoking para mujeres y legitimó una idea hasta entonces no pronunciada: la mujer es más femenina y sexy cuando se viste de hombre. No son pocas las modelos que han sufrido presiones por revelar sus preferencias sexuales y que, igual que la directora de Well Well Well, observan cómo los hombres siguen gozando de privilegios en un entorno supuestamente igualitario. Sin embargo, desde que Madonna y Brithney se dieran aquel beso, el mundo del espectáculo ha dado pasos más allá para explotar la ambigüedad sexual en las mujeres. Es el caso de Miley Cirus, Beyoncé o Shakira, que nunca habían jugado estas bazas hasta que se han puesto las pilas. Muchos piensan que se trata de frivolidad, de un postureo que rentabiliza una tendencia que no se traduce en una mayor tolerancia, pero términos como "lesbian chic" o "flexisexual" están dando mucho juego.
La duda, y la rumorología entorno a las preferencias sexuales de modelos como Miranda Kerr, Cara Delevigne o la cantante y actriz Selena Gomez se han convertido en un motor de visibilidad. También los blogs que catalogan a modelos lesbianas. La cuestión, como siempre, es si estas demostraciones de arriba a abajo ayudan a desestigmatizar el lesbianismo, o sólo lo convierten, de forma momentánea, en algo cool o simplemente sexual. Esta vez, sin embargo, parece que esta utilización simbólica y publicitaria llega tarde, ya que las mujeres que aman a las mujeres han inciado, con éxito y estilo, su desembarco. Es probable que dentro de poco la ropa masculina deje de llamarse así, y eso es un favor que nos hacen a todas.