Erotismo Homosexual...


Al estar despojadas de la presión para procrear, las relaciones gays o lesbianas dan mayor importancia a la conexión entre los cuerpos. La “pasividad” como rol fijo no existe y el juego previo es un objetivo en sí mismo

Las mujeres homosexuales, en general, entablan vínculos más sólidos con sus parejas que los hombres gay. Son fieles y se proyectan juntas por muchos años. La vida en común (sobre todo, cuando hay hijos) se asemeja más al patrón heterosexual. Los homosexuales masculinos tardan más tiempo en afianzar el vínculo amoroso y en llegar a un punto de “equilibrio” entre las necesidades de cada uno. Este también es el dilema de las parejas heterosexuales autónomas (estudiantes, profesionales, empresarios o con cargos ejecutivos full time, etc.), quienes han aprendido a defender con uñas y dientes los espacios propios pero, a su vez –sobre todo pasados los treinta-, se ven compelidos a formar una familia. Finalmente, en la heterosexualidad es la mujer quien “cede” terreno para ocupar el rol de madre.
En los vínculos homosexuales masculinos, al comienzo de la relación, ninguno de los miembros de la pareja quiere condescender. El amor no llega a ser motivo suficiente para entregarse al compromiso que representa una relación estable. La vivencia de pérdida de lo ganado (léase independencia, libertad) no puede ni debe ser cedido fácilmente. Deben existir sobradas y bien justificadas razones para hacerlo. ¿Criterio de masculinidad? ¿Regla de cortejo? ¿Defensa frente a la resistencia social que se extiende a todo vínculo? ¿Escepticismo respecto al amor homosexual? Quizás se reúnan éstas y otras cuestiones más o menos complejas. Al final, sólo unos pocos se mantienen firmes en sus posturas narcisistas. La mayoría se entrega al amor y a la erótica homosexual con el firme deseo de que la unión funcione por mucho tiempo.

Erótica y sexo
La erótica homosexual requiere de condimentos efusivos y extremadamente activos en el contacto de los cuerpos. La pasividad como rol no existe en el erotismo homosexual, ya que se pide reciprocidad en el dar y recibir. Por lo tanto, usar la etiqueta de “activo” o “pasivo” es remitirse al modelo más ortodoxo de comportamiento heterosexual.
Es común escuchar decir que en las relaciones homosexuales, tanto gays como lesbianas, deben asumir los clásicos roles femeninos y masculinos, como si las relaciones homosexuales fueran una imitación de las heterosexuales. Nada más falso. Las relaciones homosexuales, al estar despojadas de la presión para procrear, dan singular importancia a la conexión entre los cuerpos. El juego previo es un objetivo, más que un paso hacia la penetración.
También es sabido que las relaciones entre hombres dan prioridad al encuentro de los cuerpos y todas las posibilidades eróticas, pudiendo terminar el acto con una masturbación conjunta, sin existir penetración. La idea de que toda relación homosexual tiene que tener penetración es un mito que tiende a la semejanza con el acto heterosexual. No es condición para toda relación sexual. Esto también sirve para derribar el mito que relaciona el ano con la homosexualidad. Señores heterosexuales que gustan del erotismo anal pero no se animan por temores homosexuales: disfruten sin miedo. Las relaciones homosexuales tienen diferentes variantes, incluido el uso de juguetes eróticos o dildos.
Otro mito está relacionado con la idea de que los hombres homosexuales son más promiscuos. Es posible que dicha creencia se funde en que el sexo entre hombres ha estado siempre en las márgenes de la normatividad heterosexual. Por tal motivo, ha estado teñido de “pecado”, lujuria, oscuridad. Hasta la llegada del SIDA, los típicos lugares de encuentro han sido los levantes callejeros, baños públicos, cines, boliches y, en contadas ocasiones, alguna fiesta entre amigos. Durante siglos, la homosexualidad estuvo oculta. Y, a pesar de los cambios actuales, “salir del closet”, además de integrar a la persona con su deseo sexual, sigue siendo un frente de lucha frente a la desigualdad.