“Divulgar, voluntariamente, una orientación sexual diferente a la normativa heterosexual. Dejar de esconderse para asumir una conducta abiertamente identificada con dicha orientación”. Así define la Dra. Carmen G. Valcárcel-Mercado, sexóloga médica, lo que en el argot popular denominamos “salir del clóset”. Tristemente, este acto de liberación y de valentía puede, como bien menciona la especialista, acarrear un riesgo de “burla o escarnio de los que no tienen tolerancia hacia personas diferentes” a sí mismos.
¿Qué duele más?
Quien haya sido confidente de un homosexual o una lesbiana que todavía no se haya “liberado” tiene que intuir que el proceso de aceptación empieza por la persona misma. Frecuentemente, los criterios de conducta inculcados durante la niñez llevan a muchos individuos a negarse a sí mismos sus propias inclinaciones sexuales.
Sobre esto, Valcárcel opina: “La aceptación de quiénes somos es el proceso de mayor dificultad que enfrentamos todos los seres humanos. Altos, bajos, gordos, flacos, de brazos largos o cortos... el aceptar las características personales que nos hacen diferentes puede ser un proceso rápido e inconsecuente o lento y doloroso. Ese proceso depende de la persona, su crianza, sus redes de apoyo, su ambiente y sus recursos. No importa la característica personal (que le distinga), si está en minoría, la sociedad, en general, tratará a ese individuo como si fuese defectuoso”. Por ende, “la aceptación de una orientación sexual homosexual o lésbica puede ser más difícil a nivel personal”.
Sin embargo, de acuerdo con su criterio profesional, la especialista establece que “una vez la persona se sienta cómoda” con sus sentimientos, “decirlo a otros es una decisión que debería ser totalmente opcional”. Y, en caso de que optara por salir del clóset, “dependiendo de la validez que el respaldo y reconocimiento social tengan para ese individuo, puede ser que sea menos, igual o más difícil que aceptarse a sí mismo(a)”.
La edad y el género
Comúnmente, muchos esperan a su edad adulta para reconciliar su orientación sexual con su conducta pública. Por eso, no es nada raro ver que algunas lesbianas y homosexuales contraigan matrimonio con personas del sexo opuesto, en un intento por complacer a la familia o a la sociedad.
“Pero, ¿es que ellos mismos no sabían desde temprano que eran gay?”, se preguntan muchos de los que condenan a quienes divulgan su verdadera orientación sexual, ya bastante entrados en su adultez. Sobre esto, Valcárcel comenta: “La identidad básica del género (varón o hembra) se alcanza, típicamente, a los tres años. Sin embargo, la orientación sexual se alcanza y madura a lo largo de la adolescencia. Algo muy interesante es que, a veces, pueden darse episodios de exploración sexual dirigidos hacia el mismo sexo sin que eso signifique que ese niño o esa niña vaya a desarrollar una orientación sexual homosexual o lésbica”.
No obstante -y más allá de todo esto-, el principal freno que impulsa a muchos a esconder su sexualidad es “el temor al rechazo”, manifiesta categóricamente la experta. “Los seres humanos somos seres sociales. El rechazo puede convertirse en mucho más intenso y obvio una vez es de conocimiento público la orientación sexual de esa persona. Ese rechazo puede ocurrir a cualquier nivel socioeconómico, aunque aparenta ser más evidente cuando no hay educación ni exposición. El ridículo al que se enfrentan (los homosexuales y las lesbianas) desde niños puede perpetuarse hasta la adultez”.
Los amigos
Si el rechazo de una madre o un hermano, o de un jefe o socio de negocios puede resultar angustioso para un individuo que divulga su sexualidad, el repudio de un amigo o amiga de toda la vida puede ser aún más traumático. Pero, hay rechazos y hay rechazos. Por ejemplo, Valcárcel comenta que “existe cierto nivel de disonancia social en personas que dicen tener buenos(as) y amigos(as) (gay), y tolerar o aceptar a los homosexuales o a las lesbianas. (Sin embargo, si ) a esas personas les preguntas qué harían si uno de sus hijos les dijera que es homosexual o lesbiana, sus respuestas tienden a ser agresivamente evasivas”.
¿Con quiénes somos más tolerantes?
Además de todo lo antes expuesto, quisimos indagar si, en su experiencia, Valcárcel podía establecer si la opinión pública era más condescendiente con los homosexuales o las lesbianas. Sobre esto, la especialista opinó: “Ciertamente, no hay nada raro en ver a dos mujeres caminando animadamente tomadas del brazo por un centro comercial. Ahora, si son dos hombres en ese mismo escenario, la gran mayoría de los que están leyendo esto pensarán que son homosexuales cuando, en realidad, puede que sean hermanos que no se hayan visto en mucho tiempo, que sean padre e hijo o quizás hasta dos amigos que se encontraron de momento. La diferencia estriba en cómo se nos enseña que las mujeres podemos acercarnos más las unas a las otras, pero, todavía, en el siglo XXI, se espera que el hombre sea ‘hombre’ y no sea tan sentimental”.
De otra parte, la doctora observa que, “cuando se habla del tema del matrimonio de personas del mismo sexo, se habla de parejas gay, lo que comúnmente se refiere no a las lesbianas sino a los homosexuales. Los grupos más fundamentalistas tienden a dirigir sus ataques, mayormente, a los homosexuales que a las lesbianas”.