Cada vez con más frecuencia nos damos cuenta con mayor celeridad que hemos caído, sin querer o quizás queriendo, en una de las trampas que nos ha puesto el deseo en nuestro camino, al hacernos creer enamoradas de alguien cuando lo único que queríamos era un poco de sexo.
¿Quién de nosotr@s no ha vivido una efímera relación creyéndose estar fuertemente enamorad@ y descubre, si es capaz de hacer introspección y análisis, que se trataba sólo de sexo?
¿Por qué demonios somos las mujeres, lesbianas o no, tan tendentes a buscar el subterfugio del amor o del enamoramiento para dar cabida a las necesidades de nuestro cuerpo?
¿Estamos hecha las mujeres de otro material distinto al de los hombres que nos impide tener sexo sin más añadido? ¿Necesitamos condimentar nuestras relaciones sexuales con el añadido del romance?
Me pregunto si esta propensión es natural o cultural, si aún nos pesan los años de cristianismo y culpabilidad y no podemos discernir entre un deseo natural de un enamoramiento sin más.
Y si no es cultural, ¿necesitamos ese añadido del enamoramiento para hacer más válido y placentero el sexo?
Porque quien no ha vivido o oído decir que una vez saciada la sed del deseo, ese justo momento cuando cae la venda de nuestros ojos y retornamos de ese viaje sublime a las estrellas, descubrimos que donde antes convergían similitudes y afinidades ahora divergen cuantiosas y separables diferencias? o que, nos vamos de bruces advirtiendo que no le gusta nada la persona que tenemos delante, que todo ha sido un profundo error y que desgraciadamente se ha visto de nuevo embargada por una fantasía elaborada por nosotras mismas para alimentar la pasión del encuentro? Por que, sospechadamente, este despertar sucede siempre después del sexo y no antes.
¿Realmente nos cambia tanto el sexo nuestro modo de pensar, nos hace éste tomar posicionamiento, nos condiciona o, una vez saciado el apetito queremos quitarnos cuanto antes el fardo de una relación que no va a ninguna parte?
Yo tampoco se las respuestas, ando buscándolas. Pero me pregunto si no es más sincero, más sano, sobre todo, para evitar el desgaste emocional de las rupturas, reconocernos e identificarnos como necesitadas de sexo con ese toque distintivo de romance y advertir que una vez saciado éste, el amor prometido es posible que se vaya porque nunca estuvo, sólo lo justo y necesario para servir de preámbulo?