Silvia y Matty no pueden ser más felices. Estrujan a plenitud sus treintitantos años y aprovechan que son profesionales, sin prejuicios, para dormir en la misma cama y despertar con una sonrisa. Conscientes de ello, poco les importa si al entrar a una fiesta, las miradas furtivas les atraviesan cuando notan que llegan tomadas de la mano.
"No sabes cuánto nos costó llegar aquí", dice Silvia C., analista de cuentas de una institución bancaria, y cuya belleza, según la tradición, pudo haberle reservado un novio guapo con un plan de matrimonio.
Ambas chicas una de Valencia, la otra de la Capital, Caracas, llevan tres años en una relación que han nutrido con coraje para espantar los fantasmas del machismo, empezando por el rostro de asombro de los padres, cuando les dijeron que ellas se amaban. "Para mí fue duro. Mi papá, un militar retirado que me acosaba preguntándome cuándo me iba a casar, se quedó perplejo la Nochebuena en que me aparecí con Matty y les dije: `Familia, les presento a mi novia".
Mujer contra mujer.
Las lesbianas son mujeres que aman a otras mujeres. Mujer que se siente atraída sexualmente por la amiga o desconocida, y quizás más vinculada emocional y espiritualmente. Lo demás transcurre, como reza la canción de Mecano, "a solas sin nada que perder, tras las manos va el resto de la piel". Pero tal preferencia no se estaciona en el sexo: llevan una vida similar a la pareja heterosexual.
Aunque habrá quien pregunte: ¿Qué les pasó? ¿Los desengaños con los hombres les hicieron cambiar de acera? "El lesbianismo es homosexualidad en la mujer y no entra en clasificación como enfermedad. Simplemente, se le considera un patrón sexual como la bisexualidad", explica Luz Jaimes, médica y presidenta de la Sociedad Venezolana de Sexología Médica.
La especialista admite que no hay respuesta precisa, cuando el tema se atora en las preguntas. "Hasta ahora se ignoran los orígenes de la homosexualidad, aunque hay teorías biológicas, genéticas culturales y de aprendizaje".
Señala que en su historia sexual el individuo puede haber tenido experiencias heterosexuales y bisexuales. "Esto se evalúa con la escala de Kinsey, que es una medición de valoración del 1 al 6, y que indica el grado de acercamiento a hetero o a homosexualidad.
De hecho hay homosexuales que tienen o han tenido contactos heterosexuales".
Jaimes insiste en la definición sexológica porque se tiende a etiquetar el lesbianismo. "No figuran en manuales de clasificación de disfunciones sexuales; pero antes sí estaba en los manuales de psiquiatría".
Chicas invisibles.
A la pregunta ¿por qué ahora es más frecuente?, responde: por la influencia sociocultural y el desarrollo de los medios, que han logrado romper el ostracismo de la práctica homosexual.
Jaimes cita comunidades en islas del Pacífico que educan a ciertos niños en el papel de mujer, con el interés de tener alguien con fuerza varonil en casa para tareas domésticas.
Se trata de una excepción: nadie nace o se hace homosexual. Es lo que sostienen las ocho organizaciones o colectivos GLBT (gay, lesbianas, bisexuales y transgéneros) venezolanos, que esperan se reconozcan sus orientaciones sexuales con la modificación de la Constitución, para casarse y adoptar niños. Pero el proyecto duerme en la Asamblea Nacional.
José Ramón Merentes, de Unión Afirmativa, asociación que integra el denominado Grupo S (agrupaciones sexuales), aspira a que con el matrimonio homosexual se abran otras puertas, como la adopción de niños, acceder a propiedades, seguridad social mancomunada e iguales prerrogativas que la pareja heterosexual. Se calcula que 10% de la población venezolana es homosexual y 15% es bisexual.
"Queremos dejar de ser invisibles, que la sociedad y las leyes vayan juntas, poner fin a los prejuicios y que no nos quemen en las hogueras mentales que se escandalizan si dos chicas se besan", expresa Carmen Granados, autora de una demanda contra el Metro porque dos funcionarios la amonestaron a ella y su novia cuando se besaban, y no hicieron lo propio con una pareja heterosexual.
Otro falso mito que ronda sobre la imagen del lesbianismo es que una de la pareja ejecuta el papel de hombre. "Es mentira, Julia y yo disfrutamos del sexo como mujeres, sin ayuda de un macho ni nada que se parezca", dice Carmen, con el mismo ímpetu con el que una tarde en la plaza Altamira, cuando ella y Julia se besaban, dos tipos en un auto les gritaron: "Chamas, a ustedes les hace falta un pene"; y Carmen, muy aplomada, se volteó y les dijo: "No, aquí el pene es lo que sobra".