La homosexualidad además de encarnar la realidad de una específica vivencia humana, tiene otras vertientes. Engloba desde aspectos políticos a los legales y artísticos. En todos, el común denominador actual es la represión y la censura, aunque se constata una creciente aceptación que lucha contra la insistente denuncia moral de la Iglesia Católica y de las mentes conservadoras en nuestro entorno mexicano, y especialmente poblano. Eso, a pesar de que hasta en las "mejores familias" surge la realidad homosexual y travestí. Lo cual tratan de minimizar utilizando la doble moral: Lo permiten y aceptan hoy en día en contra de la ortodoxia teórica de su religión, "Que no se vea y que no se difunda para no causar escándalo".
Pero la religión sigue censurando todo lo que puede, dentro de sus actuales posibilidades. Encumbra con altivez el respeto a los textos sagrados revelados por la divinidad dictando el comportamiento del ser humano. "Como Dios manda" es la frase que fácilmente está en boca de los moralistas puritanos. Y por supuesto, ha instruido sobre el modo correcto de obtener el placer sexual alejado de los instintos primarios animales, y dentro de la institución matrimonial consagrada para ello insertada en su plan de procreación. Es posible advertir en la Iglesia Católica las raíces históricas del repudio a lo corporal y el sexo. La teología moral cristiana unió al rigor estoico el espiritualismo platónico que sería exacerbado por el gnosticismo que confrontaba la carne y el espíritu, de tal modo que arremetió furiosamente contra el placer sexual y sus representaciones. El acto sexual entre dos individuos del mismo sexo no está contemplado en los designios divinos. El obispo Martín Rábago, presidente de la conferencia del episcopado mexicano, afirmaba que "la sexualidad es proyecto de Dios para que el hombre y la mujer logren salir de su egoísmo" añadiendo que la finalidad de la verdadera sexualidad es la realización de la persona humana en el amor, y que los pecados sexuales, en donde inserta lo homosexual, son actitudes que desvirtúan porque utilizan la sexualidad como medio sólo de placer o de ganancia económica.
Y es que, todo aparece claramente revelado por Dios y después, la Ciencia desde el siglo XIX, para colmo, termina marcando los límites de lo que resulta sano y lo desviado en materia sexual. La diversidad del uso del impulso sexual viene controlada por un saber científico y por una moral impuesta por el poder que regula el placer. Sin embargo, las variadas manifestaciones de la sexualidad desde el ingenuo y cándido ofrecimiento, la ensoñación, a lo sádico son válidas expresiones de la necesidad del ser humano por intimar y conectarse en dimensiones personales.
Abordar la realidad de la censura de la representación artística homosexual, tanto lésbica como gay, necesita de una contextualización del proceso perceptivo de la cultura respecto al hecho homosexual. Comprobar como su aceptación histórico-cultural en civilizaciones antiguas fue sustituida por un rechazo y repulsión dependiendo de influencias de poder ideológico. La representación artística de la realidad homosexual ha estado marcada por estas prohibiciones y censura, la externa y la auto-impuesta para sobrevivir en sociedad.
Resulta realmente asombroso cómo el cuerpo -un conjunto de hechos biológicos- puede ser sometido a cambiantes interpretaciones, dependiendo de las agendas políticas y sociales del momento al no entender la verdadera esencia de la sexualidad. La sexualidad es una construcción de la inteligencia humana que transfigura, transforma y tal vez deforma el sexo biológico. El gran error de las religiones se concentra en la exaltación del sexo "per se" sometido a paradigmas y concepciones arcaicas del cuerpo y del ser humano sin buscar ajustarlas al cambiante desarrollo evolutivo de la humanidad.
Un detalle revelador y significativo de cómo las cosas cambian es el proceso ocurrido con la masturbación (La sexualidad del "yo moderno"). La palabra "masturbar" viene del latín combinando las palabras "manus", mano, y "strupare", profanar. Con toda la parafernalia ideológica esgrimida en los últimos siglos contra los placeres del autoerotismo sorprende comprobar cómo no aparece señalada en los anales de las prohibiciones y castigos en la historia de lo sexual. Esta actividad de búsqueda del propio placer fue tomada con benigna indiferencia por muchos siglos, hasta que arrasó con un pánico moral y médico hacia 1700 considerándola entonces perjudicial. Los valores vigentes en una cultura determinan la definición de lo que es enfermedad.
Para la Roma y Grecia antigua, la masturbación era vista poco más o menos como una solución práctica al problema del exceso de esperma. Galen, un médico del siglo II citaba, dando su visto bueno, la anécdota de Diógenes el Cínico, quien después de estar esperando a una prostituta que no llegaba, decidió hacer el trabajo él mismo. En las páginas de los teólogos cristianos medievales que listan los pecados sexuales, no existe mención sobre la masturbación, careciendo de interés y de una palabra para la misma. Tan sólo una importante figura del siglo XI especifica con benevolencia: "10 días de leve penitencia si un chico lo hiciera solo; tres veces si fuera en compañía". Por siglos hubo poca evidencia del escándalo moral hasta que, en 1712 se publicó en Londres una obra que llevaba un pesado y alarmante título que toma el nombre "Onan" de la historia del Génesis a quien Dios abatió con un rayo por elegir derramar su semilla sobre la tierra antes que dormir con la esposa de su hermano muerto: "Onania, o el atroz pecado del auto-derrame de semen, y todas sus horrendas consecuencias en ambos sexos, considerado como consejo espiritual y físico para aquellos que ya se hirieron con esta abominable práctica". El artículo denunciaba que el "Voluntario auto-abuso" era una epidemia de diagnóstico desesperado sin la ayuda de remedios médicos comercialmente disponibles. El folleto llegó a una ordinaria charlatanería que inspiró legiones de sofisticados discípulos. Para el tiempo de la Ilustración, los peligros de la masturbación habían llegado a ser una obsesión. Voltaire lo denunciaba como "Pervertido auto-enamoramiento". Rosseau lo condenó como el equivalente al auto-esclavizamiento. La consagración definitiva de la enfermedad se alcanzó con la publicación en 1760 de la obra de Tissot: "El Onanismo. Disertación acerca de los males producidos por la masturbación". Hacia mediados del siglo XIX se desarrollaron artificios para combatir el vicio: alarmas de erección, cajitas para el pene, guantes para dormir, estructuras de cama para mantener las sábanas lejos de los genitales, Cadenas para evitar que las chicas abrieran sus piernas...
¿Qué ocurrió para que se produjeran estos drásticos cambios que empujaron una histeria cultural sobre la masturbación, cuando por siglos su importancia había sido soslayada? Alrededor del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, hubo un cambio convulsivo en el modo como las diferencias entre el hombre y la mujer habían sido entendidas hasta ese momento. Hasta entonces existía un "modelo de sexo" en el cual las mujeres eran consideradas como pequeñas, imperfectas versiones del hombre -y no menos orgásmicas-. El modelo fue sustituido por la noción de "dos modelos de sexo" en el cual, los hombres y las mujeres eran vistos como opuestos, llegando el orgasmo femenino, largamente considerado esencial para la concepción, a desaparecer de los archivos históricos durante la Ilustración. Además, la sociedad del siglo XVIII se encontraba al borde de grandes modificaciones económicas. Comenzaba una nueva economía comercial dedicada a la satisfacción del deseo individual y para la clase media creciente existía un nuevo énfasis en la vida privada, incluyendo la lectura de novelas realizadas en solitario que permitía el libre despliegue de la imaginación.
Este contexto habilitó que la masturbación representara el lado oscuro de la transformación social destilándose en ella todos los temores y represiones asociados con la imaginación, la soledad y el exceso.
La concepción de la homosexualidad ha seguido una transformación peculiar, afectada por cambiantes interpretaciones dependientes de las agendas políticas y sociales del momento. Hoy, a pesar de la firme resistencia y oposición de las religiones y el pensamiento conservador, el hecho de la relación homosexual va derivando hacia la aceptación. Una aceptación que obligará a modificar los conceptos de matrimonio vigentes y que está poniendo nerviosas a las estructuras conservadoras de Estados Unidos. George Bush intenta impulsar una enmienda constitucional pues la constitución de Estados Unidos protege al individuo de ser discriminado en función de género, además de afirmar que el Estado no tiene injerencia en la vida privada del individuo. Y claramente, negar el acceso al matrimonio a una pareja por no ser heterosexual ajustaba en ese rubro. La semana pasada, el 17 de Mayo, tuvo lugar bajo una orden judicial el primer casamiento homosexual oficial en el estado de Massachusetts. Era el primer matrimonio homosexual en Estados Unidos, aunque anteriormente varios ayuntamientos procedieron a celebrar la unión matrimonial homosexual como ocurrió en S. Francisco. La Iglesia episcopal norteamericana, por otro lado, eligió obispo en medio de controversias que amenazan un cisma, a un ministro que manifiestamente vive en relación homosexual. La censura a la representación artística homosexual ha seguido una trayectoria paralela a los acontecimientos legales y sociales respecto a la homosexualidad.
En la Grecia Antigua, la homosexualidad fue elogiada filosóficamente y autorizada institucionalmente, asociándose con virtudes de coraje y soporte. En la Roma antigua la homosexualidad estaba presente en la relación entre maestros y esclavos. El hecho homosexual fue común en Pompeya. Los mismos César, Marco Antonio y Octavio mostraron inclinaciones homoeróticas. De los 15 primeros emperadores romanos, Claudio era el único cuyo gusto amoroso era enteramente heterosexual. En Japón, antes de la influencia occidental de mediados del siglo XIX, la homosexualidad era un modo honorable de vida entre los líderes militares y religiosos del país. Era común entre los sabios budistas, parte de la cultura samurai y un aspecto aceptado en el mundo del teatro kabuki.
Fue el cristianismo quien creó el cambio más radical en las actitudes hacia la homosexualidad, eliminando la indulgencia y tolerancia existentes en las culturas antiguas. El cristianismo atacó las costumbres homosexuales cuando ganó acceso a todas las culturas hacia el siglo IV. La hostilidad del cristianismo por la homosexualidad puede rastrearse hasta sus orígenes judíos, por el tiempo que florecía la poesía homoerótica en Grecia. Sus expresiones más duras se encuentran en el libro Levítico del Antiguo Testamento en la Biblia. Aparecen castigos que llegaban a la sentencia de muerte por cometer actos homosexuales. Esta ley era un intento por diferenciar la cultura judía de los cultos mediterráneos en donde sacerdotes travestís, eunucos y la actividad sexual jugaban un rol central en la adoración y los rituales. Así, fueron las sectas neocristianas primitivas, distinguiéndose de las culturas paganas romanas, las que desarrollaron un antagonismo radical al amor y al acto homosexual, desgranando un meticuloso conjunto escrito de prohibiciones. Prohibiciones que exageraban el castigo sobre el acto masculino a diferencia del acto femenino: En el siglo VIII, el penitencial del papa San Gregorio III especificaba penitencias de 160 días para actividades lésbicas, pero de un año para actos homosexuales entre varones. Es de anotar que a pesar de la discriminación y la prohibición, las penas no resultaban tan severas por ese tiempo como las que seguirían en siglos posteriores. ¡En el mismo penitencial, a un sacerdote que saliera a cazar le correspondía una penitencia de tres años!
Pero, más tarde, ese repudio a lo homosexual se desarrollaría en la legislación de los códigos penales de Francia, España, Inglaterra, los estados italianos y el área escandinava. En el siglo XIII una ley francesa indicaba: "Quien sea probado ser sodomita deberá perder sus testículos. Y si lo hace una segunda vez, perderá su miembro. Y si lo hace una tercera vez deberá ser quemado". Comenzando en 1730 se llevaron a cabo en Holanda 250 juicios de "sodomitas" resultando al menos en 75 ejecuciones. Entre 1806 y 1835 fueron colgados en Inglaterra 60 homosexuales.
A pesar de considerarse desde el Renacimento la práctica homosexual un acto prohibido por la religión y la legislación penal, no se consiguió erradicar la misma en ninguna clase social. Reyes en Francia en 1600, Luis XIII y Rodolfo II, como en Gran Bretaña, Jaime I, manifestaron inclinaciones homoeróticas. En el siglo XVIII, con el advenimiento de la Ilustración, creció un sentimiento anticlerical en los países católicos que barrió la autoridad de la Iglesia, y con ello esas leyes antisodomitas. Sin embargo, los países afectados por la Reforma no se rebelaron y su legislación antisodomita permaneció intacta. Así, para el siglo XIX, la homosexualidad era más tolerada en países como Francia, España e Italia que en Inglaterra, Holanda o Estados Unidos. A pesar de la tolerancia extendida en la actuación social presente todavía perviven los artículos sobre la homosexualidad en el derecho penal de muchos países: ¡El código de defensa del Estado de Puebla, en Mexico, en sus artículos 218 y 219 contempla la homosexualidad como un delito¿No es hora de que nuestros diputados se dediquen a trabajar y actualizar tantos aspectos y reformas necesarios?
El término "sexualidad" aparece en el siglo XIX al convertirse el sexo en un objeto de estudio científico y de regulación cuidadosa por parte de las instituciones de poder. Esto marca el surgimiento de un saber en forma de investigación científica que se atribuye el derecho de poder sobre el terreno sexual: Un afán de dominar y prescribir determinadas prácticas sexuales considerándolas como enfermedad. Anota Antonio Aguirre en "Amor y saber": "La instauración perversa es el resultado de un discurso normativizante bajo las categorías de la ciencia y ya no tanto de la moral y la religión". La masturbación llegó a ser descrita como una enfermedad mental. Un amigo de Sigmund Freud, el doctor Fliess pensó que muchos problemas sexuales en la mujer se debían a la masturbación y ¡Podían ser curados mediante una operación en la nariz!
La perversión, a fin de cuentas parece presentarse en grados, lo que confirma lo planteado por Michel Foucault: La diversidad en el uso del impulso sexual viene controlada por un saber científico y por una moral impuesta por el poder que regulan el placer. Las variadas manifestaciones de la sexualidad desde el ingenuo y cándido ofrecimiento, la ensoñación, a lo sádico son válidas expresiones de la necesidad del ser humano por intimar y conectarse en dimensiones personales.
El amor homosexual con su erotismo está presente en la sociedad. Continúan su empuje reclamando los derechos civiles correspondientes a su unión. Holanda fue el primer país en permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo en el año 2001. En el 2003 le siguió Bélgica. Los casamientos oficiales de parejas homosexuales se han extendido recientemente en Estados Unidos y Canadá. Prevalece una oposición generalizada del público en cuanto a la extensión y reconocimiento de la aceptación institucional de la pareja homosexual, por cuanto ven una amenaza a la clásica institución del matrimonio. La iglesia católica lo considera una "amenaza a nivel moral" y mantiene su firme rechazo.
El auténtico arte nunca está alejado de la sociedad en la que se produce. La sexualidad es uno de los problemas persistentes en todas las sociedades y el hecho homosexual pertenece a la conformación de la misma sociedad. Y el arte, como manifestación comunicativa, revela las preocupaciones evidentes y gustos de esa sociedad. El arte comunica con las obras de arte, y en ellas se destila el pensamiento que se extiende. En el artista y su obra se llega al punto donde la voluntad colectiva coincide y converge y, donde también se detiene. El arte se contempla como un desafío más peligroso que los hechos que lo producen. Sobreviene entonces la censura. La censura, como control del poder que pretende dejar claro qué es lo que puede decirse y verse. La homosexualidad es presentada como algo de lo que hay que protegerse. Los dictados de la censura tratan de preservar del mal, la perversión, evidenciando diferente permisividad entre el sexo y lo homosexual ocultándose tras aparentes motivos morales. Puede existir, al fin y al cabo, pero no debe verse.
La imagen de lo homosexual puede que abandere en estos momentos la presión del arte sobre el sistema de la sociedad impulsando la reflexión sobre la sexualidad y la identidad. No caigamos bajo la coacción y la amenaza de esas fuerzas fácticas que oprimen la mentalidad librepensadora, y prosigamos presentando obras y pensando sin temor, con orgullo intelectual sobre preocupaciones, sentimientos, obsesiones y el placer. Pugnemos porque estas obras sirvan de cauce comunicativo y provoquen hablar y escribir sobre ellas para seguir cambiando los paradigmas de la estructura social en la que la homosexualidad destaca como una de sus contradicciones y atávicos bagajes.
Por Ramon Almela