Me amo en ti, y en tu figura,
me miro, transformada con la forma de mi sueño.
Al acariciarte es mi reflejo el que acaricio narciso en el espejo de tu cuerpo.
Me miro, así, toda yo vuelta carne tuya, belleza que amo, seda que acaricio en tus mejillas.
Sabor de tu piel en la blanca corola de tus senos y en la oscura y dulce fruta de tu sexo.
Lenta y deleitosa te recorro con mis dedos más sabios en formas que los de Fidias, y vuelvo un cinturón de oro mis brazos en torno a tu cintura, mientras ávidas mis piernas -como lianas- se enredan en las tuyas al tiempo que no hay límite entre tu boca y la mía.
¿Tú o yo? ¿Cuál soy? ¿o cuál tú eres? Fundidas en el placer todo se borra, y sobre el lecho, entre los deshojados jacintos de las rotas guirnaldas -con que nos adornamos para el íntimo festejo- sólo sé que soy llama encendida en tu aliento.
Enajenada en ti sin tiempo y sin fronteras.
Perdida el borde de mi cuerpo, en las oscuras aguas del orgasmo, me entrego hasta morir
en tu belleza.
Poema de Luz Mendez de la Vega