Se puede amar a dos o más mujeres al mismo tiempo y mantener una relación con cada una de ellas? El poliamor se refiere a esta capacidad de llervar simultáneamente relaciones amorosas sin que medien las mentiras y con el conocimiento y aceptación de las partes involucradas.
A continuación, Susana y Silvia nos cuentan su experiencia de vivir el amor fuera de los límites de la monogamia.
"Yo estoy enamorada de ti, Susana. Pero es que no puedo ponerme límites. Tengo un corazón muy grande y libre que se va renovando en forma constante. Yo necesito, además de ti, tener otras parejas."
Así comienza esta historia. Con una conversación que Susana recuerda como un guantazo de aspereza justo cuando el mundo le parecía un lugar más rosa y más feliz.
Llevaba mes y medio saliendo con Sandra, la chica que había conocido una noche de esas en que no te apetece nada salir, pero al final sales para acompañar a tu amiga a un bar a ligar, y la rueda de la fortuna gira de forma inesperada haciendo que sin tener ninguna expectativa, conozcas a la chica que se transformará en tu pensamiento más recurrente y el principal tema de conversación con tus amigas.
“Hasta ese momento no había escuchado hablar del poliamor, no lo entendía y me parecía un sin vivir. Siempre he sido fiel y no entendía por qué a Sandra no le bastaba conmigo, si para mí ella era todo, lo único que quería. Me parecía que eran sólo unos cuernos previamente pactados. Ella insistía con el tema de la libertad, que la monogamia no es natural y mil historia. Yo le repetía que sí es natural, así le sucede a los caballitos de mar, los lobos y los pingüinos”, relata Susana.
Las negociaciones se alargaron casi una semana. Sandra le explicaba a Susana que este tipo de relación poliamorosa tenía más ventajas que inconvenientes: ante la ausencia de límites y ataduras, el amor sería más puro y duradero, y Susana, a su vez, podría también relacionarse con otras chicas sin tener por eso que romper su relación con Sandra.
“Acepté. No porque realmente le creyera ni porque me convenciera. Acepté porque no quería perderla y porque pensaba que ella quizás nunca había estado realmente enamorada, y si se enamoraba de mí no querría estar con nadie más ni querría que yo estuviera”, añade Susana.
Las cosas funcionaron bastante bien para la pareja hasta que Susana viajó a una boda familiar a Tenerife. Esa noche y la mañana siguiente, Sandra no contestó sus llamadas. Susana, nerviosa, se contactó con una de las amigas en común.
“Ayer salimos y la vi irse con otra chica. Pero bueno, vosotras podéis hacer eso, ¿no? Tenéis una relación basada en la libertad, tengo entendido”, respondió la amiga.
Desde ese momento Susana dejó de disfrutar sus cortas vacaciones familiares. Cuando consiguió comunicarse con Sandra, la garganta se le hizo más pequeña. O quizás la angustia ahí atrapada más y más grande. “Amor, perdona que no te cogiera el teléfono. Estaba con Julia, una chica que conocí y que me ha gustado mucho. Tanto que creo que seguiré viéndola”, le soltó Sandra en esa ocasión.
“Desde que Julia apareció, las peores pesadillas de celos se hicieron realidad. Yo era la novia de Sandra pero Julia era una especie de casi novia a la que veía muchas tardes a la semana, mientras yo trabajaba. Algún fin de semana lo pasaba con ella y yo me moría. Sandra me decía que tenía que desterrar prejuicios y dejar de lado mi posesividad. Pero como dicen que lo que no te mata al final te hace más fuerte, así fue. Poco a poco dejó de importarme tanto. Me fui desilusionando y aceptando que más que novia tenía una medio novia”.
Si la situación podía ser complicada a tres bandas, antes de cumplir un año con Sandra, Susana conoció y se lió con Leti, y el triángulo escaleno se transformó en un cuadrado aún más irregular.
“No me enamoré de Leti pero sí estaba muy a gusto con ella, empezamos a pasar mucho tiempo juntas y mi novia, Sandra, se puso muy celosa. Decía que trataba de respetar mi libertad pero le costaba mucho, que no quería perderme, que Leti no le gustaba, que por favor no la viera más. Yo no entendía como tenía el morro de decirme esas cosas después de que había pasado tres pueblos de lo mal que me había sentido. A su vez, a la medio novia de mi novia, Julia, no le sentaban bien los celos desmedidos de Sandra por mí y ya todas empezamos a pelear. La teoría dejó de ser tan bonita y empezamos a comportarnos de manera más humana. Cuando todo se volvió más absurdo, opté por lo sano y corté con las dos, estaba agobiada. Me replanteé mis creencias al respecto y no puedo llevar una situación de poliamor. No es que no respete la libertad de mis parejas, pero sí respeto mi libertad de elegir amar a una persona en forma fiel y exclusiva. Y viceversa”, concluye Susana.
Casadas y poliamorosas
Silvia y Elvira llevan 16 años juntas. Cuando el político activista Pedro Zerolo las casó, ambas le pidieron que no mencionara el tema de la fidelidad en la ceremonia.
Silvia y Elvira son poliamorosa y, durante los primeros tres años de su relación, estando la primera en Melbourne y la segunda en Madrid, se habituaron a llenar las ausencias en la cama con otros cuerpos femeninos.
Los viajes entre ciudad y ciudad resultaban muy caros y la distancia ya no era adecuada para la relación tan cercana que habían construido, por lo que Silvia se mudó a Madrid.
“Ya estábamos acostumbradas a tener una relación más abierta. Así que comenzamos a hacer pactos, por ejemplo podíamos acostarnos con alguien no más de dos veces. Después, con el tiempo eso fue cambiando a tres y así cada vez conquistando más espacios. Para nosotras el poliamor es que ambas creemos que ni una ni la otra somos dueñas de la pareja, somos seres libres. Es toda nuestra lucha como feministas por la libertad, el decidir que hacemos con nuestro cuerpo. Nos amamos pero tenemos libertad y espacio para amar a otra persona sin que eso sea un drama”, sostiene Silvia.
Por sobre todo, ambas valoran el respeto y la verdad. No coquetean con otras chicas cuando salen juntas. Si alguna de las dos se enamora de una tercera mujer, le comenta a su esposa cómo se siente al respecto, los planes que pueda tener con esa tercera, obviando los detalles que puedan resultar dolorosos o incómodos.
“Yo de joven era sumamente celosa y posesiva”, reconoce Silvia, “pero hay que ser realistas, de vez en cuando aparece alguien que te hace tilín. Siempre va a pasar, nunca una persona te llenará al cien por cien, ni yo a nadie llenaré así. ¿Por qué tener que terminar una relación cuando te interesa otra persona?, ¿cuántas relaciones lésbicas terminan por una infidelidad?, ¿por qué seguir el modelo machista y patriarcal que nos han enseñado? La idea es no esconder ni engañar, tener la libertad no sólo de sentirlo, si no que de dar el paso adelante e ir tras ello. Las veces que me he sentido enamorada de otras mujeres, Elvira ha sido muy madura y me ha dado el espacio para que yo siguiera viviendo eso y para que nosotras siguiéramos viviendo juntas”.
A pesar de la libertad, no ha sido fácil para Silvia encontrar una segunda pareja que pueda entender el amor compartido o, en este caso, relegado a un segundo lugar.
“No busco dos relaciones simultaneas de la misma intensidad. Mi pareja principal es Elvira. Es una relación que hemos trabajado. Tenemos muchas vivencias compartidas. Cuando me enamoro de otra mujer no dejo de amarla a ella. Esta segunda no es tener una amante, sino una relación con amor, cariño. Pero más light”.
La experiencia le ha enseñado a Silvia que si bien la teoría del amor libre que cuestiona las bases de la fidelidad suena muy bien, llevar el poliamor a la práctica puede ser muy complicado. De ahí a que todas sus amistades sean monógamas y se declaren incapaces de sobrellevar el peso emocional que conlleva ver a la pareja relacionándose amorosamente con otra mujer.
“Sé que si Elvira se enamorara de otra, por supuesto que me haría daño. Me dolería, me sentiría insegura, tendría celos. Yo sé que también le hago daño, pero de ahí a prohibirle, a decirle tú conmigo y con nadie más, me parece sumamente machista. Me inquieta que ella tenga una cita, cuando sucede no pienso: ‘que se lo pase estupendamente’, siempre da miedo perder a quien quieres. Ahora mismo sé que hay alguien en la vida de Elvira. No me pilla muy bien porque estoy pasando un momento de bajón con varios problemas. Pero tengo que respetarla, tragármelo solita y no montar un pollo por lo elegante que ella ha sido siempre conmigo en ese aspecto. Y claro, cruzar los dedos para que siempre vuelva a mí”, sostiene Silvia.